Reúne Alberto Moravia en «Los sueños del haragan» una serie de narraciones agrupadas bajo la denominación de «cuentos, mitos y alegorías». Podrían, asimismo, designarse con el nombre de «variaciones sobre temas del arte, la literatura, la mitología y la historia», dando al vocablo «variaciones» no la acepción a que se acoge en música, sino la de breves y hasta caprichosas incursiones en terreno ajeno, suscitadas por una linea, un párrafo clásicos en los que el espíritu halla a menudo una invitación a insertar algo de su propia cosecha, un pretexto para introducir una ligera enmienda a sucesos que han llegado hasta el conocimiento de hoy envueltos en el ropaje de la fábula, la epopeya, la leyenda, Los sueños del haragan son equiparables a los ejercicios «de dedos» y de afinación que el virtuoso del plano practica entre dos conciertos; los amantes del arte musical aman estos instantes mitad de asueto, mitad de diversión, que el genio aprovecha para perfeccionarse. Cuantos amen las bellas letras, pues, acogerán con júbilo estas páginas en que Alberto Moravia, verdadero virtuoso del arte narrativo, depura la alquimia de su estilo para transformar sus ocios de novelista en preciosas e inimitables miniaturas del ingenio.