ALAN CARSON : TRES BALAS
Aún tenía queaguardar cuarenta minutos. Le agobiaba aquella espera lenta, enervante,mientras el viejo, allá dentro, tal vez había caído para siempre bajo el plomodel mayor Barrows. Lyne llamaba familiarmente «el viejo» al inspector, aunqueéste no lo fuera tanto como para merecer el calificativo. Llevaban muchos añostrabajando juntos y para Lyne, la policía empezaba y terminaba en el inspectorSanders. Los numerososagentes que rodeaban, a prudente distancia, el chalet donde se refugiaba elmayor Barrows, permanecían inmóviles y en silencio, esperando. Todo se reducíaa esperar. Transcurrieronotros diez minutos. Arreció el viento, empujando algunas nubes que abrieron enel cielo pequeños espacios estrellados. La lluvia, en cambio, había cesado casipor completo.
DE HARVARD A QUÁNTICO
UN hombre, enfundado en una gabardina verdosa, con el cuello subido y el ala del sombrero echada sobre los ojos, penetró en el portal de una lujosa casa en la Calle Cuarenta y
EL C. I. A. TRIUNFA
Me largué a París después de recibir instrucciones de Gibbons. No voy a aburrirle contándole toda mi aventura en la capital francesa. Encontré a Renata Ven Horch. Se acordaba d
ESCALERA DE COLOR
LA polvorienta bombilla que colgaba del techo de la habitación y el rostro de brutales facciones y expresión sádica de Rocky Scott, fue lo último que el inspector del F. B. I.
NUREMBERG
Renata Von Horch mata al capitán Delteil por venganza, que condenó a muerte en Nuremberg a su padre. La policía francesa está sin ninguna pista sobre este crimen...
TRES BALAS
Aún tenía queaguardar cuarenta minutos. Le agobiaba aquella espera lenta, enervante,mientras el viejo, allá dentro, tal vez había caído para siempre bajo el plomodel mayor Barr
VEINTE DÓLARES DE TIEMPO
Contemplándose en el espejo, Stanley Mac Coy hizo un vago gesto de ironía. Estaba muy pálido y tenía grandes ojeras. Sentía náuseas. Abrió el grifo del agua fría y mantuvo las