Novela atrevida y, hasta cierto punto, perversa, Lugar de perdición está atravesada por una niña que deja tras de sí una estela de desgracias. Y sin embargo cada personaje ve en ella la pureza, el ideal, ese algo que todos llevamos enterrado en lo más hondo desde la infancia, esa perfección física y mental que soñamos poseer para siempre. Pero cada personaje traduce estos impulsos según los desordenados gestos del amor; cada uno desea a esta criatura incomprensible y encerrada en el silencio anterior a la pubertad. A los ojos, de ella, todo es simple. Ella se encuentra en la edad de cristal, y el lugar de perdición es el mundo que se agita a su alrededor como en una batidora de la que saldrá el cóctel “que hace envejecer”: los odios, las envidias, las pasiones sexuales. Luisa no aprende nada, se hunde en una suerte de autismo y busca la evasión para no sacrificar su propia esencia que, en una palabra, podría resumirse como la inocencia. Y la vida mueve sus marionetas de carne y hueso: cada personaje persigue una pesadilla en medio de la incomprensión general. Sola, frente a todos y con todos, la pequeña Luisa calla. Y aprovecha la nieve -que en su pureza se le asemeja- para huir y salvarse.