«Las estrellas del Sur», larga novela perfectamente autosuficiente, forma parte de una inmensa saga sobre la Guerra de Secesión y los acontecimientos en ella narrados pertenecen a la historia familiar del autor. Un enmarañado árbol genealógico (que el autor proporciona al lector al final del libro) rige las vivencias de varias familias ricas de Savannah, Richmond y Charleston. Una joven y atrayente viuda; su hijo pequeño, huérfano de padre; los amantes; las fiestas suntuosas; las plantaciones; la política que ineluctablemente tiende a premiar el espíritu de empresa del Norte a expensas del «dolce far niente» de la aristocracia anglófila del Sur; el misterio de unos orígenes caribeños mestizos; y el imparable avecinarse de la tormenta que terminará, por la fuerza de las armas, con todo un estilo de vida —he aquí los elementos esenciales de una narración impetuosa y caudalosa como los ríos que surcan esas tierras. Es parte del admirable oficio de Green el tener al lector en vilo. Es parte de su talento el mantenerlo en una ambigüedad ideológica que, a la vez que lo subleva contra la prepotencia de un Norte movido por el dinero, le permite comprender hasta qué punto el Sur, obnubilado por la «buena vida», hace caso omiso del problema moral de la esclavitud. La lucha por la democracia nunca ha sido posible sin el contraste y los matices propios del enfrentamiento entre el pragmatismo y la ética. El uno y la otra han estado presentes en ambos campos, y la coexistencia de ambos debía llevar, inexorablemente, al campo de batalla.