Katerina Walker no era una mujer cualquiera. Deportista. Ex corredora profesional. Brillante estudiante de farmacología. Preciosa. Dulce. Divertida. Atrevida. Yo era un Dios del sexo. Sólo quería diversión. Alto. Fuerte. Inteligente. Empresario. Humor, conversación… y estaba en mi mano. Entendía bien a las mujeres como “Kat”. Fuimos a una cita. Cenamos. Nos reímos. Nos conocimos. Follamos. Y entonces… pasó. Me quedé embobado. Hechizado. Ella se convirtió en todo para mí. Me combatía en la cama. Quería que la dominase. Nos reíamos haciéndolo. Azotándola. Atándola. Besándola. Acariciándola. Lamiéndola… Durmiendo. Viendo vídeos… Hasta que desapareció. Necesitaba tiempo. Aún no se había recuperado de su ex-novio abusador. Ese desgraciado la había dado un puñetazo en la cara… Y ella aún le quería. Sólo me había usado para follar. Para evadirse. Así que hice lo mismo… Dos meses pasaron. Follé mis penas con otras. Y entonces la llamé. Había terminado la universidad. Había vuelto de sus vacaciones en Tailandia. No quería molestarla antes. Joderla todavía más. Pero la necesitaba. Y era en ese momento… o nunca. Volver a cenar juntos. Volver a atarla. Pero esta vez… para siempre.