Desde su periplo por África, donde su novio, un doctor de *Médicos sin Fronteras*es secuestrado por el Ejército de Liberación del Señor, Irene Fuenmayor luchó valientemente contra toda clase de contratiempos, como la certeza de que sus padres habían sido asesinados, además de amenazas personales y peligros, pero sin cejar en su empeño y propósito de vida, arriesgando sin pensárselo mucho su seguridad personal y disponiendo de su herencia para llevar a cabo un sueño que para ella era vital: ayudar a otras mujeres menos favorecidas, lo cual la llevó a sufrir un atentado en su propio país. Sin embargo, también supo darse tiempo para el amor.  Con todo respeto y profunda admiración para todas ellas, y para los hombres buenos que las ayudan, luchando hombro con hombro en la realización de esta difícil labor, ya que a veces ni siquiera cuentan con la protección de las autoridades que lejos de ser solidarias, y particularmente si el agresor es alguien prominente o que les toque muy de cerca, pueden ser los peores enemigos de estas personas que trabajan sin recibir aplausos o salir en los titulares, moviéndoles solo la satisfacción de ayudar.