A. SEPHERD : EN LOS CERROS DE WYOMING
El leve susurro de los vientos otoñales impregnaba de infinita tristeza el aspecto de aquel dilatado valle, donde la naturaleza habíase mostrado pródiga en extremo adornándolo con sus mejores galas. Tan solo dos meses antes, aquellos parajes desérticos eran suavemente matizados por una vegetación pujante y armoniosa, entre la que destacaban, por su vívido colorido, los tonos dorados y purpúreos del tupido follaje de los árboles gigantes al fundirse en ellos el oro cálido del sol. Pero el helado aliento del norte agostaba ahora la extensa llanura herbosa.
EN LOS CERROS DE WYOMING
El leve susurro de los vientos otoñales impregnaba de infinita tristeza el aspecto de aquel dilatado valle, donde la naturaleza habíase mostrado pródiga en extremo adornándolo